
08 May Mantén fresca la habitación y la luz apagada.
Dormir bien es mucho más que una rutina: es una necesidad fisiológica fundamental para la salud física y mental. Pero ¿sabías que algo tan simple como la temperatura de tu habitación por la noche puede marcar la diferencia entre un sueño profundo y una noche interrumpida?
La ciencia del sueño es clara: dormimos mejor cuando la habitación está fresca y en oscuridad. Nuestro cuerpo está programado para descansar bajo ciertas condiciones ambientales, y alterarlas por culpa del calor, la iluminación artificial o el uso de pantallas puede impedir que alcancemos el descanso que realmente necesitamos.
La temperatura ideal: dormir empieza por enfriar el cuerpo.
Durante la noche, nuestro cuerpo inicia un proceso natural de enfriamiento. Esta bajada de temperatura interna es clave para que podamos conciliar el sueño y entrar en sus fases más profundas. Pero si la habitación está demasiado caliente, ese mecanismo se ve alterado.
Según la National Sleep Foundation ( https://www.thensf.org/sleep-tips/ ) la temperatura óptima para dormir se sitúa entre 15,6 °C y 20 °C. En este rango, se favorece la pérdida de calor y que la temperatura central baje, y así el descanso es más eficiente.
Dormir en un ambiente cálido dificulta este enfriamiento, lo que contribuye a:
● Mayor dificultad para conciliar el sueño.
● Más despertares durante la noche.
● Menos tiempo en sueño profundo (el más reparador).
Resultado: duermes, pero no descansas. Al día siguiente nos sentiremos más fatigados y somnolientos.
Consejos para mantener tu habitación fresca (pero sin pasar frío):
● Procura que tu dormitorio esté bien ventilado.
● Procura usar tejidos transpirables en sábanas, pijamas y colchones (como algodón o lino) que permitan una adecuada termorregulación.
● Baja el termostato durante la noche.
● Utiliza un ventilador silencioso en climas cálidos y una botella de agua caliente en noches frías.
Luz apagada: el mejor interruptor del sueño
Así como el cuerpo necesita enfriarse, también necesita oscuridad para permitir la secreción de melatonina, la hormona que favorece el sueño. La exposición a la luz artificial por la noche, especialmente a la luz azul, inhibe la producción de esta hormona.
Numerosos estudios han demostrado que:
● El uso de pantallas y su contenido antes de dormir afecta el sueño en niños y adolescentes ( https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/38806392/ ).
● Dormir con la luz encendida aumenta el número de despertares y hace que nuestro sueño sea más superficial.
Consejos para dormir:
● Evita pantallas al menos una hora antes de acostarte.
● No lleves el móvil a la habitación.
● No duermas con la luz encendida y procura hacerlo en oscuridad.
● Sustituye luces blancas por bombillas cálidas de baja intensidad en el dormitorio.
● Establece una rutina relajante: leer, meditar…que te ayude a desconectar.
● Una ducha con agua caliente puede ayudarte a preparar el sueño.
Dormir bien es una cuestión de entorno (y de ciencia)
Dormir no es simplemente “cerrar los ojos”. Es un proceso biológico complejo que necesita de un entorno adecuado para funcionar correctamente. Y entre los factores que podemos controlar fácilmente, la temperatura y la luz son determinantes.
Dormir fresco y en oscuridad total no es un capricho: es una forma de alinearnos con nuestra propia naturaleza.
Así que ya lo sabes, mantén fresca la habitación y la luz apagada, tu cuerpo te lo va a agradecer.